La Villa

Nombre: Emilio Carmona - Curro Leal
Edad: 29 - 37
Procedencia: Almanzora, Cantoria, Almería - Almería

Qué ingrediente no puede faltar en su cocina Ajo y cebolla - Verduras

Producto de Almería que le gusta Tomate - El pescado rubio

Comida favorita del mundo Huevos fritos con patatas - El trigo de su madre

"¡Venir a La Villa es una maravilla!"

Al poco de terminar la pandemia, dos jóvenes cocineros almerienses se hicieron una pregunta: “¿por qué nadie está explotando bien el producto almeriense con técnicas potentes?”. Y así, bajo esta premisa, surgió La Villa, un rincón muy acogedor en una antigua casa en Agua Amarga, liderado por esos dos cocineros inquietos que son Curro Leal y Emilio Carmona. 

Curro nos cuenta que su gusanillo por la hostelería le viene de familia y de haberse empapado de ese mundo en el restaurante de sus padres. Tras haber trabajado en todos los puestos decidió formarse como cocinero en Barcelona. Emilio, en cambio, lo vio claro viendo un documental de Quique Dacosta con solo quince años: “Yo quiero ser como ese hombre, quiero ser cocinero de los buenos”, nos cuenta que pensó tras ver este documental. Y, cosas de la vida o del destino, años después llegó a trabajar con Quique en su cocina.

El arroz meloso de gamba es un ejemplo de esa filosofía. Preparado con un doble caldo (galera y bogavante), sofrito y una emulsión de mantequilla y ajo, el plato se remata con una espuma tibia de mantequilla con vainilla y un crujiente de merengue de gamba que recuerda al pan de gambas chino, pero hecho con técnica de alta cocina. “Queríamos aportar ese toque de pastelería en un plato salado”.

El segundo plato es de auténtica raíz serrana: pata de cordero lechal cocida al vacío más de 14 horas, deshuesada y bañada en una salsa untuosa hecha con sus propios jugos. Se acompaña de una parmentier de coliflor tostada y una trilogía de frutas: ciruela aromatizada, compota de pera y manzana. “Es un plato que habla de nosotros, de nuestra tierra y de lo que nos gusta cocinar”, dicen con orgullo. 

Aunque cada plato de La Villa lleva técnica, fondo y mucha cabeza, lo que queda al final del día es otra cosa. Curro y Emilio coinciden en que la verdadera recompensa llega cuando alguien prueba un bocado, se queda un segundo en silencio y sonríe. Ese gesto sencillo —más potente que cualquier crítica— les recuerda que eligieron bien, que están en el sitio correcto. Y también, ese gesto es un fiel reflejo de su eslogan: “¡venir a La Villa es una maravilla!”.